La sociedad en que vivimos es cada vez más compleja, la globalización va más allá de lo económico pues a través de los diversos intercambios de información, ideas, culturas nuestros territorios se amplían, se modifican, se desvanecen. Esto implica que somos ciudadanos no sólo de nuestro país sino del mundo. Aunado a lo anterior, el creciente flujo migratorio a la par de las desigualdades económicas que lo provocan, hace que las sociedades sean más multiculturales trayendo como consecuencia dificultades para asumir como “propio” el territorio en el que se habita. Esto nos hace ver la necesidad de una formación para la ciudadanía, capaz de dotar a las personas de conocimientos, habilidades, actitudes y valores que les permitan desarrollarse en medio de esta complejidad social. Este contexto complejo nos hace plantear una noción de educación ciudadana que responda a diferentes retos: la inclusión, el aprecio por la diversidad, la participación, así como la empatía para ser sensibles a las desigualdades. Coincidimos con Cortina (2011) en que la noción de ciudadanía implica “ser con otros”, implica la exigencia de construir conjuntamente la libertad de todos en el son de una comunidad política, donde los valores nucleares de la ciudadanía sean la libertad y la igualdad vividas en solidaridad. Valores pilares desde el ideal de la democracia. Partiendo de este enfoque, es necesario que las personas responsables de los procesos educativos cuenten con una formación especializada que les permita hacer intervenciones pertinentes para atender las problemáticas que se derivan de la complejidad social en a que actualmente convivimos.

A partir de la experiencia de docencia, investigación e intervención en el enfoque mencionado, se presenta el programa de la Maestría en Educación para la Ciudadanía el cual tiene orientación profesionalizante, es decir, es un programa en donde los egresados “se dedicarán generalmente a la práctica profesional y cuyos planes de estudio no requieren una proporción mayoritaria de cursos básicos en ciencias o humanidades ni cursos con gran tiempo de atención por alumno” (Acuerdo SEP, 279-2000).

Considerando igualmente lo que señala Sánchez (2008), “Los programas de maestría de orientación profesionalizante, tienen como propósito la profundización de conocimientos y competencias en un área o campo profesional, generalmente en términos de especialización en un dominio o conjunto de dominios dentro de dicha área o disciplina. El desarrollo y profundización en los conocimientos y competencias en el área o campo profesional por medio de estos programas deberían manifestarse principalmente por medio de la realización por los participantes en dichas maestrías de un trabajo final original de carácter profesional, con arreglo a distintas modalidades. Entre dichas modalidades tendríamos la de un reporte de proyecto de intervenciones y/o trabajos aplicados, la de generación de un modelo o prototipo, la de un trabajo de revisión sistemática y crítica del estado del arte del ejercicio profesional en los dominios relevantes del área o campo profesional de acuerdo a cada programa, y la de realización de un estudio de orden práctico de acuerdo a las tradiciones y estándares imperantes en las respectivas disciplinas o áreas del saber, entre otras modalidades alternativas.
El propósito central de estos trabajos de grado debe implicar principalmente la aplicación de técnicas o conocimientos demostrando lo que conocemos como “saber-hacer”, por medio de los cuales los participantes demuestren su dominio de los conocimientos y competencias requeridos por el programa según su diseño”.